Soy Belga, aunque después del lamentable show político en mi país, nadie sabe con seguridad si todavía uno se puede llamar belga sin dar más especificaciones. Pues he nacido en un país donde la cultura latina se junta con la cultura germánica: un sitio privilegiado donde desde hace siglos se han cruzado idiomas, culturas y razas. Bélgica es una macedonia de sabores, colores y sonidos en el norte de nuestro viejo continente. En este sentido, esta pequeña tierra de 30.000 kilómetros cuadrados, es única por ser el lugar en Europa donde las sangres de diferentes orígenes se han podido mezclar sin gastarlas. Ninguna guerra fratricida ha tenido lugar en este sitio tan devastado por guerras ajenas y ocupaciones por parte de las grandes potencias vecinas.
Esa convivencia pacífica de muchas culturas diferentes en una casa tan pequeña, nos la envidian muchos. No obstante muchos belgas han dejado de apreciarla. En la casa pequeña belga, los inquilinos se han retirado cada uno en su habitación. Cuando antes compartían mesa y comían platos combinados muy ricos, ahora se pelean por el control de la cocina y de la nevera.
¿Por qué los políticos quieren dividir, cuando su misión es de unir? ¿Donde está el sentido común? Parece alucinante que la opinión pública no se da cuenta de que cuando dividimos siempre perdemos todos. ¿Podemos volver a lo que realmente importa: el bienestar de todos?
Espero que mañana mis compatriotas se despierten y se den cuenta de que lo importante de Miss Bélgica no es su don para idiomas pero son sus curvas y su atractivo físico. Espero que mañana la famosa opinión pública dividida se dé cuenta de que Babel es un buen sitio para vivir. Que abran las puertas de sus habitaciones para encontrar su vecino en el pasillo. Que compartan mesa otra vez y que saboreen lo buenos que son los platos con muchos ingredientes (también los ingredientes desconocidos). Y sobre todo, que me dejen ser belga. Punto.
domingo, 30 de diciembre de 2007
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