¿A dónde van? No es mi intención de entrar en las grandes polémicas existenciales, pero cuando te paras un momento y te dedicas a observar el entorno, fácilmente llegarás a preguntarte: ¿a dónde va la gente?
Pocas cosas son más divertidas que sentarte en la ciudad para absorber y observar el entorno. Te das cuenta de las cosas que antes no veías. El ruido de la calle. Una sinfonía compuesta por el caos creado por motores, música, voces, sirenas, máquinas y un sinfín de pequeños ruidos desconocidos. Dependiendo del momento así como de tu estado de ánimo, esta sinfonía puede provocar relajación o estrés. Ves a la raza humana en toda su heterogeneidad. Madres con hijos. Hombres de negocios. Parejas enamoradas. Abuelas y abuelos, solos o juntos. Gente con sonrisas. Gente triste. Guapos y feos, altos y bajos, gordos y delgados. Ves que no hay dos que se parecen. Y poco a poco, dejandote llevar por el momento, puedes imaginarte una historia detrás de cada cara que ves. ¿De dónde vienen y a dónde van? Sólo depende de tu imaginación.
Tú decides. Tú tienes el poder para soñar y para dibujar. El entorno sólo te pone los ingredientes, pero tú cocinas.
Así yo me doy cuenta de que no soy más que una partícula en el universo. La observación me permite escapar y a la vez me obliga ser humilde. ¿A dónde van? Nunca lo sabré. La mayoría de veces tampoco sé a dónde voy yo.